En el día
de la fecha Ana Armendariz, de la gerencia comercial, fue despedida. No fue la única. Un mes
atrás otro compañero del área, Pablo Masara, también fue despedido. El
responsable de área, Rubén Janeiro necesita realizar un ajuste, y por supuesto,
son los empleados los sacrificados en pos de cumplir con la reducción de costos
que la empresa exige.
Empleados que realizan su tarea de manera correcta, que tienen años de
experiencia y capacitación, son informados de su despido con total falta de
empatía. A Pablo se le informó en el baño, y a Anita por mensaje de
texto en plena Navidad.
Compañeros de mas de 20 años de antigüedad queridos por todos. Al
responsable del área no le importo, hizo su lista de acuerdo a la afinidad
personal con los trabajadores, esto es según perteneciesen o no al circulo
áulico de los que responden a su muy particular manera de dirigir el sector.
Todos podemos entender que la situación empresarial no es la mejor, pero no
compartimos la manera de transitar esta coyuntura que propone la dirección
empresaria. No creemos que los compañeros sean la única variable de ajuste
en la solución de los problemas. Estamos trabajando muy mal, en total
incertidumbre sobre nuestro futuro.
Hace meses que venimos pidiendo diálogo y nos dan despidos.
Solicitamos una mesa de trabajo para buscar caminos de consenso frente a la crisis
y no somos escuchados. La perspectiva es que el trabajo sea cada vez
más precarizado y la calidad de lo que hacemos se pierda en el camino.
Solo por eso, porque La Nación es sinónimo de calidad periodística, las
autoridades de la empresa deberían estar dispuestas a sentarse con los
representantes de los trabajadores.
Exigimos que cesen los despidos y que se escuche la
voz de quienes hacemos día a día La Nación.
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